viernes, 27 de abril de 2012

El huésped

Ella tenía ocho años como yo y se llamaba Laura. Era una chica de ojos azules y el cabello corto. A veces parecía  un chico; la vida había sido muy dura con ella. Cuando era todavía una niña su madre había muerto de una enfermedad muy mala, decían. Desde entonces su vida cambió radicalmente; su padre se casó con otra mujer y ella tenía que convivir con su madrastra y sus tres hijas. A veces no aguantaba más y se escapaba de la casa. Así, un día llegó a nuestro pueblo. Toda la gente había oído hablar de ella, porque era ya conocida en toda la región. Algunos la trataban mal, otros le daban dinero o algo de comer y otros por compasión la acogían en su casa. A mí me gustaba jugar con ella, porque conocía juegos de los que nosotros ni siquiera habíamos oído hablar nunca y nos contaba cosas muy interesantes ya que conocía bien el mundo. Había estado ya en cuatro pueblos de la zona y había visto cosas maravillosas. Le gustaba vivir libre decía y nunca hablaba de su familia, pero nosotros sabíamos la verdad. Cada vez que su padre venía a buscarla ella se escondía y decía cosas terribles para que la gente la protegiera. Pero nadie decía nada. Al fin y al cabo este era su padre y su palabra era lo que contaba. Meses después ella se había escapado otra vez de la casa y todos cotilleaban sobre eso. Así fue que por segunda vez ella llegó a nuestro pueblo más mayor  y quizás, más madura. Estaba muy feliz de vernos y quería quedarse, si alguien la hospedaba. Pero era una chica muy justa, ¡si señor! Estaba dispuesta  a ayudar en cualquier cosa, desde las tareas domésticas hasta la labranza del campo. Así era construida su vida en los últimos anos. Peregrinaba de lugar en lugar para escapar de su familia. Pero un día Laura se escapó otra vez y no volvió nunca más. era ya una mujer.....


Niko Stefa 24/05/2012

El Viaje


                                              

Viajábamos desde las cuatro de la madrugada y eran ya las nueve de la mañana pero teníamos aún muchas horas de viaje. Yo, como todos los chicos estaba muy entusiasmado y feliz proque era la primera vez que viajaba a otro país y todas la cosas que veía me parecían tan bonitas. Pero a veces me sentía muy triste y el viaje me parecía una eternidad. Estaba seguro de que iba a echar mucho de menos a mis amigos, a mis primos y sobre todo a mis abuelos. Me sentía engañado por  mis propios padres. Me habían prometido muchas cosas para que me fuera con ellos; me decían que tendría todos los juegos que quisiera, y ropa muy bonita y amigos nuevos y lo más importante: ¡una vida mejor! ¿y qué era esta vida mejor? Yo tenía ya una vida maravillosa. Tenía a mis amigos que me querían muchísimo y lo pasábamos muy bien. Eran los mejores amigos del mundo, porque hacíamos todo tipo de disparates y no me habían traicionado jamás. También tenía a mi abuelita, que me esperaba siempre en la puerta con la mejor comida que solo ella sabia cocinar. Y mi abuelo, un hombre tan sabio que me contaba unas historias increíbles. Me contaba historias de la guerra y como ellos habían ayudado a los partisanos y cosas así. Eran casi las 2 de la tarde e hicimos una parada en una estación de servicio, un poco fuera de una gran ciudad. Todo era un bello entorno para mí pero al mismo tiempo todo desconocido. En ese instante hubo un momento de pavor. Sin embargo, este viaje tenía un sentido único y cada pensamiento desesperado no tenía ninguna importancia. De nuevo en la ruta y las horas parecían siglos. Yo les preguntaba todo el tiempo: cuánto queda para llegar a  ese dichoso lugar, y ellos me respondían: un poco más, un poco más. Finalmente llegamos. Eran las cuatro de la tarde. Mi corazón latía muy fuerte. En ese momento me sentía muy alegre y curioso también. Quería ver todo: las casas, las calles, las tiendas, los árboles, todo de una vez. Mi paciencia estaba agotada y quería correr como un loco. ¡Todo un mundo para descubrir!.....

Niko Stefa 25/04/2012 

sábado, 21 de abril de 2012

A una estatua clásica

Inmóvil quedas belleza perfecta,
detenida en los momentos esculpidos,
sobre la inflexible claridad del mármol.
Los siglos pasajeros contemplas
con ojos sumergidos en tu meditación perpetua.
Sólo su sonrisa arcaica revela
un sordo grito angustiado
por la fluidez del porvenir.
Aún así miras ajena a todo lo mortal
en supremacía silenciosa.
¿Qué sabes más, tu estatua clásica
sobre el curso del mundo?
¿Dónde está escondido el secreto
del eterno flujo de la corriente?
¿Acaso la única inmortalidad
se encarna en lo ideal realizado?


Angeliki  Patera, 2011

INVENCION MENTIROSA

El gran maestro de la vida enseña al hombre
un orden maravilloso que viene del  horizonte,
lo que llega son palabras, voces
que gritan las horas, los años, los siglos.
Los relojes y los calendarios
señalan con devoción
la duración y el olvido de las cosas.
Debajo de las estatuas no hay  ayer,
no hay  historia sino  silencio
que se rompe por el llanto del niño,
el sollozo del hombre rupestre,
el triste gemido de un cronopio.
El gran maestro de la vida miente,
debajo de las estatuas no hay tiempo,
ignora la armonía convencional,
ignora el misterio del mundo,
acepta sólo lo absurdo que es tu vida .
Aislado en aquella aldea de nadie
aprende a vivir sin ilusiones.
El tiempo nace  y se muere en nosotros mismos.                                 

Stella, 18-4-2012.

¿Qué es este fluir incesante……?


¿Qué es este fluir incesante……?
“Time is a necessary representation that underlies all intuitions…….given a priori.”, Immanuel Kant
¿Qué es este fluir incesante,
este movimiento insaciable de las cosas
que nunca se detiene
como el arroyo bajo la lluvia?

¿Con qué se viste cada día, cada hora?
con las arrugas de los rostros,
la madurez de los frutos,
el amarillo de las fotografías.

Memoria de rancia estirpe, el ayer,
repetición de la historia humana, el ahora,
sus huellas sellan de manera irrevocable
el fin de nuestro camino mañana.

¿Qué es este ritmo eterno que da
sentido al latido del corazón,
este compás que mide los instantes
como las sílabas de un solo verso?

Quizás un soplo de aire y nada más.
A la vez, breve y duradero,
todo ser se inclina con reverencia
bajo su ley, irremediablemente.               Stella, 2011.

La transcendencia del tiempo

Nacemos con la idea de este orden interior que da sentido a todos los hechos de la vida de una manera lineal, en que se funda la noción de identidad personal, de memoria, de nuestra visión del mundo, un mundo de apariencias y de verdades.
Por una parte,  mirar las nubes viajando en el cielo o el panorama de las estrellas o la alternancia de las épocas, fenómenos atmosféricos o naturales, la corriente huidiza del río, el regreso de las aves  migratorias, las flores  marchitas o una multitud de cosas, nos da la impresión de un ritmo universal que reina en todo ser. Por otra parte,  pensar en conceptos como el de cantidad, de continuidad, de precisión, de armonía y un mar de otros se hace posible y se puede entender  debido a esta forma de intuición interior que determina el mundo exterior. Esta secuencia interior que se extiende como una línea hasta el infinito, la aplicamos, gracias a nuestra facultad de representación, a todo objeto exterior e interior. Así este ritmo determina también nuestra mente. Lo difícil y lo extraño es que somos incapaces de aislarlo de las cosas, es decir, la sucesión es parte de las representaciones y sin ella las cosas serían incomprensibles, entidades inconexas.
Las siguientes frases famosas muestran el interés humano por el tema del  tiempo.
“El tiempo es una imagen móvil de la eternidad”, PLATÓN
“Tiempo es la medida del movimiento entre dos instantes”, ARISTOTELES
“El tiempo es el ángel del hombre”, SHILLER
“El tiempo es la sustancia de lo que estoy hecho”, BORGES
“No se puede olvidar el tiempo más que sirviéndose de él”, BAUDELAIRE
Esta sensación de eterno cambio de las cosas y de los estados interiores se nos impone sin remedio y no hay manera de evitarla ni siquiera transigir con su manipulación. En este sentido somos esclavos de la “invención de Satanás”- la frase de A. Machado dice: ”sin el tiempo, esa invención de Satanás, el mundo perdería la angustia y el consuelo de la esperanza” - y de ahí nuestra nulidad y el sentido de derrota.
Para concluir, diré que sin el tiempo el mundo sería un paisaje desconocido, la vida sin apoyo, sin memoria llena  de imágenes incoherentes , ininteligibles, casi impensables.                                                                                                                                                                         
  
Stella, 2011.                                                                                                        

jueves, 5 de abril de 2012

La Trilogía de la Envidia


Se ha convertido en un misántropo como si fuera un gnomo envenenado que solo adquiere sentido en la vida en cuanto encuentra a alguien más alto. La envidia le consume como una serpiente que va asfixiando cada trocito de compasión que hubiera podido sentir nunca. Sabe que su fin está llegando. Se llama soledad.

Volvió a casa más tarde de lo que había esperado, muerta de cansancio. Había tenido uno de esos días en los que su paciencia se pone a prueba con los compañeros de trabajo. Ana había empezado a trabajar en la empresa seis meses antes y había venido decidida a ganar a todos y hacerlo sonriendo. Después de quince años trabajando en el sector de ventas, ya sabía que para progresar no bastaba solo con completar las tareas y conseguir los objetivos, sino también establecer relaciones personales basadas en sinceridad y confianza casi sin pensarlo. Hay que amar verdaderamente relacionarse con la gente, pensar de nuevo en maneras para combinar sus intereses con los de la empresa y tenerlos a su lado en las duras y las maduras. Aquel día había exigido de ella una lucha más contra su mayor enemigo. Algo contra el que, a pesar de su habilidad innegable y su larga experiencia profesional, cada vez amasaba todas sus fuerzas desde dentro para contrarrestarlo con tranquilidad. Esa resistencia obstinante por parte de su equipo, una o dos personas que contradecían todas sus ideas sin presentar argumentos lógicos o medidas alternativas para completar la tarea. Tiró las bolsas al suelo y se echó en el sofá cerrando los ojos. Esta tarde, aunque se sentía como si sus fuerzas le abandonaran, estaba orgullosa de sí misma. Había concluido el encuentro pacíficamente, pero tendría que hacer un pacto con los de la oposición. Y se había enterado de sus motivos  trassu intento de crear revuelo. Por una vez en la historia, pensó Ana, los curas tenían razón y los psiquíatras un caso. La envidia es un pecado capital y un arma en las manos del acosador. Pero, solo si permía que le afectara. Y se negó a pensarlo más.


El otro día conversamos sobre la envidia y se me ha ocurrido que no di la respuesta adecuada. La verdad es que la envidia es un sentimiento humano común, lo que se ha reconocido a lo largo de nuestra historia y parecería presumido por mi parte si yo también no me confesara culpable de haber sucumbido a ese pecado en particular. Os aseguro que no soy perfecta, sino una ávida lectora de Bertrand Russel, mi filósofo ínglés favorito y además ateo. Rusell ha descrito la envidia como la primera causa de infelicidad cuando el hombre no logra canalizarla hacia actividades benéficas, pero, por otro lado, el mismo sentimiento humano potente puede transformarse en una fuerza motivadora hacia una sociedad más justa y democrática. Pues, yo me quedo con ese último punto: entre todos los sucesos actuales fatídicos que están fuera de nuestro control, todavía retenemos el derecho de elegir encaminar nuestros sentimientos hacia la construcción de un entorno más sano y fuerte
, empezando primero a nivel personal.   



Uranía 28 marzo 2012 (Texto escrito por la tarea ´La Envidia´)



martes, 3 de abril de 2012

La impaciencia

La cocina olía a canela. Ella tenía casi cinco años y el molde en el horno estaba a la misma altura que la de sus ojos. Se quedaba imóvil mirando la masa que se doraba. Los pedazos de azúcar brillaban como diamantes.
-¿Cuando estarán hechos?, preguntó a su madre.
- Que no seas tan impaciente Luisa. No se cocerán más rapido porque tu los estés mirando. Ven a vestirte mi amor que papá llegará pronto para llevarnos.

Luisa se puso el cinturón de seguridad. La madre los había puesto en una cesta cubierta con un pañuelo blanco. El olor de la canela flotaba en el aire encima de los raídos asientos del coche y le cosquillaba la nariz.
-¿Mamá puedo tomar uno?
- Ay Luisa, qué persistencia. Lo siento mi cielo pero me salieron menos de los que tenía en cuenta y ahora los he arreglado en la cesta de manera que parezcan más. En cuanto se los dé a la tía Julia y ella nos sirva podrás tomarlos.
-¿Cuántos mama?
-Cuantos quieras mi amor.
Luisa miraba a la calle y a los coches polícromos que llenaban la ciudad.

La tía Julia los estaba esperando en el jardín.
-¡Bienvenidos! ¿Qué me traes, Maria? ¡Ah estos bollitos tan sabrosos que son tu especialidad! Debes darme la receta.
La tía tomó la cesta que olía a canela y entró en la casa.

En el jardín había árboles. Uno grande y tres pequeños. Había una mesa con sillas naranjas, macetas con flores rojas, baldosas de piedra y un perro que no sabía como ladrar.
-Mamá, ¿cuando los servirá la tía Julia?
-Luisa ahora empiezas a irritarme. No sé. Los traje para la tía y cuando ella quiera los servirá. Ven a jugar mi amor. ¿Has visto que bonito el jardín, eh? Y mira Totó, está moviendo la cola ¡quiere jugar contigo!

Luisa seguía a una hormiga que corría. Era marrón como el caramelo denso y zigzagueaba rápidamente por el blanco murito. La hormiga entró en la casa. Luisa perdió sus rastros entre el dibujo complicado de los baldosas en el vestíbulo. Sin embargo, seguió buscandola en las habitaciónes de la casa. Luisa abrió la puerta de la cocina.En el banco estaba la cesta. El olor a canela era tan compacto que casi lo podías tocar. Estaban puestos dentro de la cesta de una manera que parecieron como un flor, una margarita . Luisa tomó uno. Ahora en el centro de la cesta había un agujero negro.

Corrió hasta la parte detrás del patio. Aquí había basura, una pala y un rastrillo, algunas cajas y ladrillos. Abrió la boca y lo mordió. El azúcar crecipitaba entre los dientes.Sin embargo, el estómago de Luisa se había hecho un nudo y sentía como si masticara un pedazo de papel. Miró alrededor y luego escondió el bollito debajo de un ladrillo.

Luisa se limpió los manos en sus pantalones cortos y fue a la parte de atrás para jugar con Totó.
- Luisa, ven aquí y dame un abrazo.
El pelo largo de la madre caía sobre el rostro de la Luisa. Olía a manzanilla.
-Sabes algo mi amor, no te preocupes sobre los bollitos, que cuando regresemos a casa haré otros, ya que tanto te gustan. Da me un beso Luisita. Pero, Luisa, hueles a canela. ¡Has tomado uno sin preguntarme !
-No, no he tomado ninguno.
-Luisa a mí no me mientas que sabes lo que me enfada esto. No vas a tomar ningún otro hasta que la tía nos sirva y nisiquiera en la casa. Te había dicho que debias esperar. Y además me estás mintiendo.

Luisa sentió las lágrimas que acercaban. Le quemaban los ojos. Corrió hasta la parte detrás del jardín. Levantó el ladrillo tomó el bollito y lo tiró lejos por encima del murito.

Un perro ladró exactamente como ladran los perros cuando un bollito les alcanza en la cabeza.

Artemis 1/4/12 (texto escrito por la tarea '' recrear un cuento a partir de un sentimiento o pecado capital.'')


Las posesiones

Las posesiones materiales
En mis primeros recuerdos de niñez destaca la figura de mi abuela paterna.
Era modista de profesión. Ya que mi madre trabajaba fuera de casa ─algo poco común en aquellos tiempos─ yo pasaba largos ratos con mi abuela en su taller, que estaba al otro lado del patio de nuestra casa de entonces, escuchándola contarme historias, mientras cosía vestidos para sus clientas.
Sus cuentos eran largos, complicados y no tan infantiles, puesto que solían tratar temas de amores, de traición, de venganza, en resumen de todas las pasiones humanas. Tenían, eso sí, un final feliz, aunque los héroes y las heroínas tendían que pasar por muchas desventuras, antes de que todo se resolviera de manera feliz, aguantando infortunios y tormentos de toda índole. Esos cuentos me encantaban, me hacían vivir momentos mágicos. Es una pena que ahora no puedo acordarme de sus tramas, ni soy capaz de reconstruirlos, por mucho que lo intente. Sólo tengo recuerdos de algunas frases, en especial de las que eran en forma de versos, o de ciertas circunstancias particulares, pero ni podría decir si estas forman parte de un mismo cuento o de varios.
Junto con los cuentos, la abuela me contaba también historias de su propia vida. Siempre hacía la distinción, para que yo lo tuviera muy claro, cada vez, si lo que me contaba era un cuento fantástico, o una historia real. Cabe recalcar que igual que lo que sucedía con los cuentos, la abuela, al contarme las historias de su vida, tampoco las pasaba por censura, a pesar de mi corta edad. De modo que muy pronto me familiaricé no sólo con sus recuerdos de los años felices de su niñez, en la próspera ciudad del Mar Negro donde había nacido, de sus graciosas aventuras escolares, o de sus amores con mi abuelo, sino tambien con las ciurcunstancias bajo las cuales su familia fue expulsada de su tierra natal, después de la derrota del ejército griego al final de la expedición desastroza de 1922. No me acuerdo si la abuela mencionaba en su narración fechas específicas, o nombres de personajes y sitios históricos. Desde luego, en la edad de tres, cuatro o cinco años yo no habría sido capaz de asimilar datos de esta índole, aunque me los hubiera dado. Lo cierto es que me acuerdo claramente de la descripción de los sufrimientos que ella y sus parientes ─incluido mi padre─ tuvieron que soportar, entre el momento en que se dieron cuenta de que no les quedaba otra que huir, abandonando todas sus posesiones para salvar la vida, y el tiempo de su definitiva instalación en un barrio de refugiados de Atenas, unos dos años después. Al escuchar aquellas historias yo sentía a flor de piel, con mi viva imaginación infantil, los sufrimientos, las penas, el terror, el desaliento y también el aguante y la esperanza que mi abuela y su familia tuvieron que experimentar durante todo este tiempo.
 Leyendo lo que acabo de escribir, uno podría pensar que mi abuela fue una persona  dura,  áspera e incluso insensible. Nada podría estar más lejos de la realidad. Ella fue la persona más tierna y afectuosa del mundo, y además me quería muchísimo y me lo hacía sentir plenamente, en cada momento. En efecto, aunque sus historias fueran crueles, ella tenía su manera de contarlas teniendo siempre en cuenta la sensibilidad y también las posibilidades de entendimiento que yo ─y sus otros nietos─ teníamos en cada edad, de  modo que sin ocultarnos la verdad, la suavizaba, para que no nos hiriera, ni nos aterrorizara. Después de todo, al igual que sus cuentos, también sus historias tenían un final feliz, puesto que la familia, a pesar de sus tantas peripecias, había podido por fin sobrevivir y prosperar  ─con algunas pérdidas, eso sí, aunque éstas para mí no contaban mucho, ya que concernían a personas que yo nunca había conocido─.  
Frecuentemente me he preguntado por qué mi abuela había sentido la tentación de contar a sus nietos aquellas historias de su vida desde muy pronto, aunque seguro que sabía que esas no eran material de cuento infantil. Pienso que la respuesta es que sentía un impulso invencible de comunicarse con sus seres queridos, poniéndoles al mismo nivel que ella. Por otro lado quería que nosotros, sus nietos, la conociéramos de verdad y que supiéramos su trayectoria y su lucha para sobrevivir y sacar adelante a los suyos. Porque esta proeza la había conseguido ella sola, con su aguante, su determinación y su trabajo, siempre con una decencia insuperable.
Los hombres de la familia, es decir, su padre y su marido, habían sido exiliados por el gobierno turco antes de la catástrofe, junto con todos los varones de origen griego desde los catorce hasta los sesenta años de edad─, tan pronto como nuestro ejército había desembarcado en Asia Menor. Sobrevivieron el exilio, pero no pudieron reunirse con el resto de la familia hasta años más tarde. Además, cuando al fin volvieron, los dos hombres no fueron de mucho provecho para la familia. Como contaba la abuela, los martirios que tuvieron que aguantar en las marchas forzosas por el desierto del interior de Turquia, la amenaza continua de la muerte que tuvieron que soportar, los habían vuelto impasibles y fatalistas, incapaces para la lucha.
Mi bisabuelo murió poco después de reunirse con la familia en Atenas, mientras que mi abuelo vivió unos años más, trabajando de zapatero para las familias de los refugiados, y “olvidándose” de cobrarles dinero por el calzado que fabricaba, porque, como decía, “eran tan pobres...”.  Así que el hombre de la familia tuvo que ser la abuela. Logró casar a sus tres hermanas menores con hombres decentes y trabajadores, y  dar estudios a sus tres hijos y a su único hermano. Se sentía muy orgullosa ─y con mucha razón─ de todo lo que había conseguido con su trabajo honesto, y eso que ni se lo esperaba de sí misma, en un principio. “Yo, era una ama de casa y no sabía hacer nada”, me decía. “De pequeña fui demasiado mimada, hasta perezosa, me llamaban princesita, era una inútil, de verdad. ¿Cómo pude yo afrontar lo que tuve que afrontar?  Sólo Dios sabe, qué me ha dado la fuerza...”
En realidad sus historias eran un paradigma de lucha y de determinación, un ejemplo vivo que consideraba esencial de transmitirlo a sus nietos. No sabía si iba a tener tiempo para contarnos sus historias más tarde, cuando tuviéramos más edad,  y por eso quería hacerlo tan pronto como podía. Tenía razón por precipitarse, ya que en efecto se nos murió cuando yo tenía doce años y su nieto más joven sólo tres.
La más importante moraleja de sus historias, lo que se sacaba muy claro de todas ellas, era que las posesiones materiales que uno acumula a lo largo de su vida, no se pueden fiar. Sirven, sin duda, para que la vida sea más placentera, pero hay que tener en cuenta que se pueden perder en cualquier momento. “Lo que cuenta, de verdad, no es lo que uno tiene, sino lo que uno es. Lo que conoces, lo que has aprendido, lo que sabes hacer, nadie  te lo puede quitar. Con ello puedes salir adelante en la vida, cualesquiera que sean las circustancias que te toquen vivir. Por eso lo que más vale es la educación”.
Todos sus nietos hicieron estudios universitarios, ninguno es rico, todos son gente honesta y decente.  

Tina Dugalí                                                                                          Atenas, 28 de marzo 2012

domingo, 1 de abril de 2012

Las cosas


Las cosas.
¡Cuántas cosas…Nos sirven como tácitos esclavos,
Ciegas y extrañamente sigilosas!
Durarán más allá de nuestro olvido;
No sabrán nunca que nos hemos ido”.J.L.Borges.

A veces me pregunto qué razones me mueven a guardar sobre el ropero antiguo de mi madre, en mi dormitorio, mis juguetes de infancia junto con los de mis hijos: esos animalitos de felpa, suaves al tacto que ni ladran ni gruñen, sino que me miran callados, silenciosos desde arriba.Yo acostada y ellos me vigilan protegiéndome como centinelas brotados de un cuento de hadas. Cada uno tiene su historia. El león regalo de mi padre, el panda de un viaje de mi marido a los Estados Unidos, el perro de lunares negros, la oruga de color verde, otro perro rojo regalo para mi primer hijo. Osos de peluche, gatos mimosos, polluelos y conejitos, todos son mis fieles amigos que han viajado conmigo a lo largo de mi vida y conocen todos mis secretos, mis agonías, sólo a través de nuestras miradas. Mis queridas cosas, mis juguetes humildes duermen y despiertan conmigo y su presencia atemporal me trae la imagen deseada de mi padre, la de mi hermana y la mía jovencitas, la imagen de un espacio de inocencia y de felicidad infinita.

Stella 31-3-2012.